Todo sobre la pastilla rosa, el viagra femenino.
Alice Mongkongllite / BuzzFeed News.
Después de cinco años y dos rechazos previos, el martes se aprobó en Estados Unidos la droga Addyi, que trata el bajo deseo sexual en las mujeres.
La píldora rosa, que solía conocerse como filbanserin por su nombre genérico, se comenzará a vender a partir del 17 de Octubre en Estados Unidos y su precio va a ser parecido al del Viagra, la pastilla tan famosa que ayuda a los hombres a tener y mantener sus erecciones.
La reportera de Ciencia de BuzzFeed News Azeen Ghorayshi investigó sobre la píldora rosa.
Amanda Parrish (45) está divorciada desde hace nueve años y pasa la mayor parte de su tiempo libre en Nashville, su ciudad natal, en Tenneesee, Estados Unidos, donde se ocupa de sus cuatro hijos. Ella dice que solía ser “La típica ama de casa sureña y religiosa que nunca hablaba sobre sexo”. Hasta que conoció a Ben.
Ben era un abogado divorciado, con dos hijos de su matrimonio anterior. Sus experiencias en matrimonios fallidos los acercaron fácilmente, y en poco tiempo se casaron. El sexo durante sus primeros años juntos era, según Parrish, “consistente, activo e impresionante”.
Pero luego, de la nada, sobrevino un malestar sexual cada vez mayor. “Era de esas mujeres que intentaba irse a dormir temprano”, dijo Parrish a BuzzFeed News. “Comencé a intentarlo todo para evitar tener sexo, y cuando lo hacíamos, lo sentía como una obligación”.
El problema no era la atracción física: Ben era tan atractivo como siempre, y se mantenía en forma. Tampoco se trataba del disfrute sexual de Parrish, que aún alcanzaba a tener orgasmos. “El problema era comenzar”, dijo. Se sentía fuera de sí, como si hubiese perdido una parte integral de su feminidad.
A pesar de tener una relación comunicativa en varios aspectos, Amanda evitó hablar con Ben sobre la disminución de su impulso sexual. No sabía cómo abordar el tema, ¿Había algo malo con su cuerpo o en su cabeza? ¿Acaso eso hacía la diferencia?
Con miedo de que la falta de intimidad dañe lo que en otros aspectos era un matrimonio más saludable, Parrish comenzó a buscar soluciones. Pidió botellas de potenciadores de libido por Internet, pero luego de “asustarse demasiado” al saber de donde provenían, las desechó.
Pidió a su doctor una prescripción genérica de testosterona, hormona que parece incrementar el deseo sexual femenino. Las inyecciones de hormonas le hicieron sentir una energía física que no había sentido en años. Pero su libido siguió baja. “Me terminó sirviendo más para el gimnasio que para el dormitorio”, bromeó Parrish.
Su doctor le preguntó por los sospechosos de siempre: el trabajo, sus seis hijos, la predecible merma en la pasión luego de la luna de miel. Parrish estaba segura de que se trataba de algo más profundo.
Menos de un año después, se anotó en una prueba clínica para una nueva droga llamada Flibanserin, conocida como el “Viagra femenino”. “Eso fue en 2009. En los años que siguieron, el Flibanserin provocó un debate nacional sobre la naturaleza de la sexualidad femenina.
El Flibanserin solo está disponible en Estados Unidos, sin embargo Sprout apunta a comenzar negociaciones con entes reguladores de Europa y Canadá a mediados de este año. En cuanto a alternativas, existía un parche con testosterona llamado Intrinsa, pero cuando se retiró del mercado en Europa no quedaron muchas opciones.
En España hoy por hoy no existe ningún tratamiento para el trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo (DSH). Argentina tampoco tiene drogas aprobadas para su tratamiento, pero según la Dra. María Victoria Bertolino, la mayoría de los médicos sugieren terapia sexual y otros tratamientos diseñados para mejorar la calidad de vida en general. En Brasil, donde no existen tratamientos aprobados para tratar el DSH, se suele prescribir el uso genérico de testosterona o, lo que es más polémico, antidepresivos.
La semana pasada se le dio a la droga la última oportunidad para ser aprobada por la Administración de Medicamentos y Comida (Food and Drug Administration – FDA), luego de haber sido rechazada dos veces. Si se aprueba, será la primer droga autorizada oficialmente en tratar una disfunción sexual en mujeres, en contraste con las nueve drogas disponibles para hombres. Sus fabricantes y los reguladores discuten sobre la posibilidad de que el deseo sexual femenino sea tratado con medicamentos. ¿Es posible que algo tan esquivo como el deseo sexual pueda tratarse biológicamente?
La falta de libido es la queja más habitual entre las mujeres, y no solo el grupo de mediana edad como Parrish es el que padece este desorden.
Alrededor del 10 % de las mujeres pre menopáusicas en Estados Unidos fueron diagnosticadas con DSH, un término médico que se creó hace unos 30 años.
Las personas con DSH no demuestran interés en el sexo, sin importar su estado de ánimo o la ocasión. A eso se suma una gran dosis de ansiedad e incomodidad por tener que hacerlo. Lo más importante es que su problema existe junto a la ausencia de otros síntomas notorios (problemas psiquiátricos, efectos secundarios de drogas, o una pareja poco atenta).
Los aportes sociales al deseo femenino no son mejor comprendidos que los biológicos, pero tienen la ventaja de que pueden ser potencialmente modificados con drogas. En 2004, se probó un parche de testosterona, pero nunca se lanzó al mercado estadounidense. Existe un puñado de drogas hormonales y no hormonales de pequeñas compañías que hoy en día se encuentran en diversas etapas de experimentación clínica.
De todas ellas, Flibanserin es, lejos, la más desarrollada. Originalmente, en 2006, se probó a la droga como un antidepresivo. No funcionó bien como estimulador de ánimo, pero los investigadores notaron un efecto secundario peculiar: al contrario que la mayoría de los antidepresivos, que aplastan la libido, Flibanserin parecía aumentarla.
Así que, en 2007, Boeringher Ingelheim, la gran compañía alemana que fabrica la sustancia, la reformuló como droga de mejoramiento sexual. La compañía realizó dos pruebas clínicas en los Estados Unidos y Europa, probándola en 5 mil mujeres pre menopáusicas, y en 2010 envió la aplicación de Flibanserin a la FDA.
La compañía sabía que, si se aprobaba, la droga sería un éxito. Después de todo, el Viagra fue un récord de ventas durante una década, prescrita a más de 30 millones de hombres en 120 países, con una ganancia de alrededor de 1.600 millones de dólares al año. El Viagra funciona aumentando el flujo sanguíneo que va al pene para que los hombres puedan alcanzar y mantener la erección durante el sexo. Pfizer, fabricante del Viagra, también probó la droga en mujeres con DSH para ver si (al igual que los hombres) el impulso sexual femenino se podía estimular en términos hidráulicos. Si bien el Viagra logró incrementar el flujo sanguíneo y la circulación en los genitales femeninos, no logró excitar a las mujeres en absoluto.
Aunque se mencione al Flibanserin como el “Viagra femenino”, el funcionamiento de la droga no tiene nada que ver con su contraparte masculina. En realidad, su objetivo es mucho más esquivo: el cerebro. El Flibanserin altera los niveles de serotonina y dopamina para afectar los circuitos del cerebro que se encargan del placer y el deseo.
El deseo sexual de las mujeres ha sido reducido a factores sociales y psicológicos por demasiado tiempo, dicen los promotores del Flibanserin. Afirman que hay que dejar de ignorar a la biología femenina.
“El sexo es complejo”, dijo a BuzzFeed News Cindy Whitehead, CEO de Sprout Pharmaceuticals, la compañía de Carolina del Norte dueña de la droga. “Nos llevamos a la cama nuestra religión, crianza, y lo que pasa en nuestras vidas. Sin embargo, la biología entra en juego en el dormitorio tanto para hombres como para mujeres.”
Parrish se enteró de las pruebas clínicas para el Flibanserin por casualidad, luego de ver un panfleto de promoción en la sala de espera de su doctor.
Lo leyó y comenzó a responder para sus adentros las preguntas que realizaban con respecto a una libido baja. “Una por una, comencé a pensar Soy yo”, dijo. Le planteó este problema a su doctor, que eventualmente la diagnosticó con DSH. Acto seguido, se inscribió a las pruebas clínicas.
A dos semanas de comenzar el tratamiento diario de la droga, Parrish estaba conduciendo cuando repentinamente sintió “el cosquilleo”, dijo. “A falta de una mejor expresión, estaba excitada”. Estacionó su automóvil y le envió un mensaje de texto a Ben, que estaba trabajando: “¿Te gustaría comerme para el almuerzo?”
De ahí en más, dijo Parrish, el sexo fue vigorizante. En lugar de evitarlo, ella lo iniciaba, y a menudo. En vez de irse a dormir luego de un largo día, se desvelaba gustosa para hacer el amor. Se sentía más espontánea. Incluso llegó a enviarle a Ben fotos de ella en ropa interior.
“En menos de un mes, volvimos al punto en el que estábamos cuando comenzamos a salir”, dijo Parrish. Se sentía aliviada al saber que el problema no había estado totalmente en su cabeza. “No estoy segura de que, sin la droga, Ben hubiese comprendido que era mi cuerpo el que hacía esto, y no yo.”
Cada mañana grababa y cuantificaba su vida sexual al detalle en un diario electrónico; si lo comenzaba ella, si usaba lubricantes, si llegaba al orgasmo, junto a una puntuación numérica de la experiencia. El hecho de llevar un diario, junto a algún que otro dolor de cabeza, era lo único negativo de hacer la prueba.
Parrish fue una de las 1.600 mujeres que realizaron la prueba. Los resultados parecían positivos: las mujeres que tomaron una dosis completa de la droga todos los días durante seis meses parecieron mostrar un incremento en su impulso sexual, y menor incomodidad con respecto al sexo. Sin embargo, también había un fuerte efecto placebo: Las puntuaciones de deseo sexual no diferían entre las mujeres que tomaban Flibanserin y aquellas que tomaban píldoras de azúcar. Llamativamente, efectos placebo similares sucedieron en algunas pruebas de Viagra. Cuando se trata de deseo sexual, más allá del género, es difícil diferenciar entre cambios de cuerpo y cambios mentales.
Parrish no supo (y aún no sabe) si las píldoras que tomó cada noche eran reales o un placebo, aún cuando se le dio la posibilidad de saberlo una vez terminada la prueba. Dado su cambio absoluto, no necesitó comprobarlo: estaba convencida de que tomó Flibanserin. Si los doctores se lo hubiesen permitido, las hubiese tomado para siempre.
Sin embargo, en 2010, luego de tomar la droga por ocho meses, Parrish tuvo que devolverlas. La FDA había rechazado el pedido de Boehringer Ingelheim de sacar el Flibanserin al mercado.
La FDA dijo que parte del problema, en primer lugar, era cómo medir un incremento en la libido.
Mientras que el Viagra tiene un evidente factor indicativo en los hombres (la innegable presencia de una erección), el deseo sexual femenino es más difícil de cuantificar.
Parrish sintió que esta experiencia la cambió totalmente, pero los resultados de los participantes no alcanzaron para corroborar que la droga funcionara.
Aunque rechazó el pedido del Flibanserin, la FDA no restaba importancia al DSH: en 2012, la agencia remarcó la disfunción sexual femenina como uno de las 20 áreas de trastornos para priorizar.
“La FDA reconoce que es un problema, ése no es el punto del debate”, dijo a BuzzFeed News Anita Clayton, psiquiatra de la Universidad de Virginia, que realizó algunas de las pruebas de Flibanserin. “El problema es cómo medirlo, y cómo asegurar que es significativo”.
Luego de la prueba fallida, Sprout Pharmaceuticals compró los derechos de la droga y lanzó una prueba clínica con estudios más rigurosos para cuantificar el deseo sexual.
Esta última prueba evaluó a más de 1.000 mujeres según tres factores particulares: incremento del deseo, menor angustia, y mayor cantidad de “eventos sexuales satisfactorios”.
Si bien la nueva prueba de Sprout dio resultados prometedores, Flibanserin estaba lejos de ser una cura absoluta. Alrededor del 10 de las mujeres evaluadas abandonaron la prueba de seis meses debido a sus efectos secundarios. Las mujeres bajo los efectos de la droga aumentaron su deseo sexual 37 , y también aumentaron 37% en eventos sexuales satisfactorios, y redujeron 21% de angustia sexual, todos resultados significativamente distintos a los del grupo de placebo.
A pesar de estos resultados positivos, en 2013 la FDA volvió a rechazar el Flibanserin, en esta ocasión debido a efectos secundarios como somnolencia, mareos, náuseas y, ocasionalmente, infecciones respiratorias. Con drogas de consumo diario es crucial prestar atención a la seguridad a largo plazo (al revés de un incrementador de libido ocasional como el Viagra). Sin embargo, la cuestión de la seguridad puso a muchas mujeres en contra de una agencia de seguridad que, según ellas, toma decisiones sexistas en cuanto a la naturaleza de la sexualidad.
Sprout, Clayton y un grupo de apoyo llamado “Emparejar la diferencia” (“Even the Score”, financiado parcialmente por Sprout) dicen que la FDA aprueba una mayor cantidad de tratamientos por disfunción sexual en hombres que en mujeres. Los hombres tienen nueve medicamentos en el mercado para tratar problemas de disfunción eréctil, y más de una docena si se incluyen drogas genéricas y tratamientos combinados. Aparte de dos medicamentos para mujeres post menopáusicas para tratar el dolor durante el sexo, no existe ninguna droga para aumentar el placer sexual femenino.
En cuanto a la seguridad, quienes están a favor de la droga remarcan la gran cantidad de efectos secundarios que tiene el Viagra: ceguera, erecciones permanentes que pueden durar por más de cuatro horas, pérdida de audición. En comparación, los efectos secundarios del Flibanserim parecen moderados.
“Los peores riesgos del Flibanserin son los mismos que la droga libre llamada Claritin, considerada como totalmente segura por el 99 % de las personas” dijo a BuzzFeed News Susan Scanlan, jefa de campaña de Even the Score. “Los hombres están dispuestos a correr riesgos que la FDA, de modo paternalista, les niega a las mujeres”.
Scanlan también apunta a Europa, donde hasta 2012 existía un tratamiento con testosterona llamado Intrinsa, ampliamente disponible para mujeres con baja libido. Intrinsa se golpeó contra la pared de la FDA cuando la agencia pidió más pruebas de seguridad durante un período de cinco años. Estas pruebas adicionales hubiesen sido muy costosas, así que la compañía abandonó el mercado estadounidense por completo.
“El sexismo se encuentra profundamente arraigado en los Estados Unidos, y alcanza instituciones como la FDA”, dijo Clayton. “Para mí, no tiene sentido la idea de que las mujeres debamos ser protegidas de una decisión que podemos tomar junto a nuestros doctores”.
Sprout apeló a la decisión de la FDA, y el martes pasado envió dos pruebas de seguridad clínicas adicionales que mostraban la capacidad para conducir al día siguiente (como parte de la preocupación por somnolencia) y la metabolización de la droga en mujeres con trastornos genéticos particulares.
Se espera que la FDA entregue su veredicto final sobre Flibanserin en Agosto. Como la droga se encuentra en revisión, la agencia se negó a comentar cualquier alegato específico sobre su efectividad. Sin embargo, en una declaración sobre su accionar en cuanto a disfunciones sexuales femeninas, la FDA se defendió enfáticamente.
“La agencia evalúa drogas basada en la ciencia y rechaza enérgicamente cualquier reclamo sobre parcialidad de género”, dijo un vocero.
Algunas mujeres no están de acuerdo en que el éxito de Flibanserin sea una problemática de los derechos femeninos.
Su argumento es que el DSH trata a este tema como si fuera una responsabilidad personal; las mujeres deben encargarse de resolver por ellas mismas el complejo entramado de factores que llevan a tener problemas en la intimidad. En una era de sobre medicación, dicen sus detractores, las compañías farmacéuticas generan interés para sacar provecho de la falta de libido, algo que en primer lugar no debería ser considerado como un trastorno.
“Es un problema grave que se borren los límites entre lo que significa un ser humano normal, y si realmente es un tratamiento que requiere medicación”, dijo a BuzzFeed News Barbara Mintzes, profesora asistente de la Universidad de British Columbia. “Es como si se vendiese el trastorno para vender la droga”.
Esta sensación se hizo presente el octubre pasado, durante un taller de dos días sobre el DSH organizado por la FDA. Además de científicos y doctores, se invitaron a cientos de pacientes para que puedan compartir sus experiencias personales al convivir con el trastorno.
Hubo algunos que hablaron contra de algo que veían como un enfoque vergonzoso a la falta de libido, que alentaba a las mujeres a quedarse calladas y tomarse una pastilla, muchas veces solo para mantener a flote matrimonios infelices.
Una mujer (que no había sido diagnosticada con DSH) subió al podio e hizo una lista de las diferentes maneras en la que había superado su bajo impulso sexual, sin ningún tipo de medicamento:
“Cambiar de novios, chocolate, café, algunos episodios de Grey´s Anatomy, pornografía, un mejor vibrador, la frase 'Un poco más a la izquierda', la frase 'No tan fuerte', la frase 'Te amo', leer Cincuenta Sombras de Grey, un duchador de mano, aceptar consejos de mis amigas, recibir masajes y rascadas de espalda, dormir bien, no tener un novio que me juzgue, no tener amigos que me juzguen, desafiar el juicio de la sociedad y aceptarme a mí misma y a mi propia libido”.
Sobre el último punto de “aceptar” la libido, algunos afirman que drogas como Flibanserin estigmatizan la sexualidad femenina en lugar de estimularla.
“Este enfoque presupone que existe un nivel de impulso sexual normal, y que si una mujer no llega a ese nivel, es anormal”, dijo Mintzes. “Me parece que está mal. Esta no es la manera de trabajar hacia la igualdad de género”.
Parrish no comparte este punto de vista. Ella y su marido también asistieron a la reunión de la FDA. “Me sentí ofendida, frustrada y enojada con mucho de lo que dijeron en la reunión mujeres que no fueron diagnosticadas con esta disfunción”, dijo Parrish.
Lo que se planteó le recordaron a los argumentos que usaron los opositores de los antidepresivos, quienes afirman que Big Pharma se aprovecha de personas que deberían intentar salir adelante por sus propios medios. El DSH, dijo, no merece tener el mismo estigma.
“Hay gente ahí afuera que tiene trastornos y no busca un tratamiento porque teme hacerlo”, dijo. “¿Por qué negárselos?”
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